A Ximena la conocí en tiempos monocromáticos,
eran los 90’s y de lo poco o nada que se sabía era de tareas y el sagrado
recreo donde con cincuenta céntimos podías comprar el mundo.
Tiempo después en el 2005 la volví
a ver, era la misma de siempre, aunque como en alguna canción de Pedro Suarez
Vertiz, ella “había desarrollado más de lo que pensé”. Era de sonrisa fácil,
hasta ahora lo es, pero entre las espigas del momento era coincidencia estudiar
en el mismo lugar, pero no del mismo bando, ella decidió las cuentas, algo que
no le gustaba del todo, pero que el mercado laboral solicitaba, yo por mi lado
iba a cometer otro error, por no encontrar más opciones.
Agosto del 2008, Universidad
Federico Villareal, ahí tienen mucha información. Decidí por si fuera poco,
aparte de varias llamadas de por medio “de mi parte” –Hacerle un regalo- fui
por un anillo de plata con un pequeño pero llamativo zircón incrustado, ¿tenía
idea de lo que hacía? –No, en ese momento no tenía idea de ni mierda. Pero era
un bonito presente que daba acción a un claro ejemplo de – ME QUIERO CASAR
CONTIGO- sí, me había ilusionado, tanto que podía haberme puesto un vestido blanco.
Tiempo después, como ahora, me hubiera sentido el hombre más huevón del mundo.
Pero no, en ese momento estaba empilado, iba por la medalla de oro y record olímpico.
Recuerdo ese día, cenamos, le dije “Feliz Cumpleaños” le di ese anillo, se emocionó,
se lo puso y yo no dije ni un carajo. Dude, sí. Dude, la expectativa era de
fuegos artificiales, pero la realidad término sin ganar la medalla de aluminio,
mudo, sin decir mi floro de galán conquistador de las tierras de Micronesia.
Pasaron bodas, premiaciones y
eventos, ella a mi lado o viceversa. Uno llevando la calma, ella odiándolos,
uno queriendo algo sincero, ella haciendo la del torero – Olé-olé-olé- y la
conchasumare. Recuerdo el tema del dilema, luego de una boda, claro, me di una
escapadita, quizás era la situación, la falta de oxígeno o una simple excusa
para salir del local por un cigarrillo, sí, un cigarrillo, de esos que necesito
para calmarme, pensar y buscar refugio. Era de esperarse mi accionar ya que
estaba en un lugar casi hostil, en una boda. Un par de pitadas, era como estar
en la gloria, hasta que Ximena me pilla, se molesta, se empincha y se va. Yo la
persigo y bueno, lo demás es historia conocida. Ella odia a los fumadores, lo
sé, ella me odia a mí, y debe ser por eso que ella nunca podría estar conmigo,
no tolera el humo del cigarro, lo odia, y eso hace que no quiera ni siquiera
pensar en estar con un fumón, como ella me decía. Su reacción me dejaba en
shock, que siempre que salía con ella era tanta la tensión que luego de
despedirnos prendía un cigarrillo para relajarme.
Ximena, sí señores, casi
indomable, incomprendida, podría decirse que loca, pero no. Como en algún momento
dibuje unos personajes llamados “Nico y Tina” era el tiempo de la bajada, el
invierno. Era lo monótono de solo hacer llamadas y no recibir ninguna, de hacer
invitaciones y no recibir ninguna, del horror de los Martes de cine, de películas
que daban “señales” de humo, pero no. Eran los últimos días, de fin de
Temporada, Ximena había ganado, era imposible romper ese muro, ese Escudo AT,
simplemente no le intereso para algo que solo sea nadar en su mar de
Friendzone. Vivo casi psicoseado con cada mujer que conozco, que luego me dice
AMIGO, es como la sombra de Ximena, son palabras punzocortantes, un pre infarto
y del porque soy la persona más mala del mundo solo por ser un simple fumador.