Cesar Larrañaga, es un estudiante de arquitectura de una Universidad privada. Cesar tiene una relación con Romina Villegas, Hija de Rufino Villegas, un Gran banquero.
Cesar tiene el dinero suficiente para consentir los caprichos de Romina, que viene de una familia muy acomodada y que está acostumbrada a muchos “Sí”.
Cesar en cambio viene de una familia de clase media, que paga sus estudios; pero que no paga los consentimientos de Romina. Cesar trabaja para hacer realidad los caprichos de Romina. Gana mucho dinero como barman en algún Antro de esta fría y vintage cuidad.
Pasan las semanas y Romina le pide a Cesar para conocer a sus Padres. Cesar algo incómodo por hacer esto más formal, acepta titubeando. Ahora Cesar algo perdido, termina en un bar como cliente… en vez de “El barman” que es.
Llego el gran día… Cesar conocerá a los padres de Romina. La familia Villegas vive en un exclusivo distrito, como toda familia que presume de muchos ceros en la cuenta bancaria. Primero conoce a la mamá de Romina, Doña Raquel, que como toda ricachona, siempre tan a la moda, al glamour y su rostro tan retocado, como si tuviera el Photoshop a la mano.
Conversaciones van y vienen, cada una tan directa que otra, entre bromas se sueltan los clavos y el pobre Cesar los pisa todos. Doña Raquel es muy hábil para la palabrería y para dictar sentencia con sus comentarios puñaleros de vieja rajona. Cesar sigue el juego y se ríe galantemente con cada incomodo comentario y de rato en rato le tira más que Flores a Doña Raquel.
Son las nueve de la noche y casi tan puntual como los recibos que hay que pagarle, aparece Don Rufino, muy serio y protocolar; siempre con su maletín de “que será”. Romina corre hacia la puerta y lo recibe con un gran abrazo, Don Rufino suelta una leve sonrisa que solo dura un par de segundos y junto a su hija se dirigen hacia la sala, donde se encuentra Cesar y su esposa.
Romina presenta a Cesar con su Papá, Don Rufino al mirarlo da un gesto de asombro, mientras Cesar algo tembloroso le da la mano. Don Rufino aun sorprendido por conocer al novio de su hija, que quizás ya conoce. Se fuma un cigarrillo, mientras Cesar al parecer ha perdido todo su color corporal.
Para romper el hielo, la empleada de la casa, les sirve unos chilcanos; los preferidos de Don Rufino, que en esta ocasión se tomó cinco chilcanos. Cesar algo más coloreado por los chilcanos, entra en confianza y otra vez Doña Raquel y sus comentarios, y ahora Don Rufino mirándolo como un matador… Pobre Cesar, un rabo como el de Romina, tiene su lado bueno y su lado familiar.
Media noche y Don Rufino pide a Cesar para charlar a solas en su despacho, Cesar accede algo tembloroso mientras Romina le desea suerte con mirada coqueta. Ya en el Despacho, Don Rufino le hace la charla.
R: Así que Cesar… hasta que al fin conozco tu verdadero nombre. No, Julián.
R: Tanto tiempo que te conozco y nunca pensé encontrarte en mi casa. -mientras se le dibuja una sonrisa pasiva.
Don Rufino se le acerca a Cesar y le da unas palmadas en la espalda, y le dice.
R: ¿Qué pasa hombre? ¡Parece que hubieras visto al diablo! Di al menos algo Juliancito ¡Oh perdón! Cesítar.
Cesar sigue mudo. Don Rufino le ofrece un cigarrillo. Es hora de fumar… es hora de hablar.
Cesar suelta una tímida sonrisa.
C: Vaya, vaya, Don Rufino… que gran problema conocerlo como el padre de Romina, ahora si estoy cagado.
R: No, no, no ¡Cesítar! Esto queda en Familia, ya verás que harás muy Feliz a mi hija, lo sé y me consta. Estas cosas siempre llegan a un acuerdo ¿sí o no? ¡Julián! ¿Aunque no pensé que en la Plaza Manco Capac servías tragos?
Cesar, suelta una risotada.
C: vaya que si Sr. Rufino, o mejor dicho… Don Pipo, como veo, Ud. No pierde nada de nada.
R: Oh ¿Cómo crees? Ahora somos familia compadre, ya veras, tu secreto queda bajo cuatro llaves.
C: y su secreto muy encajonado en el Closet también, Mr. Pipo.
Los dos sueltan carcajadas ya como amigos de barrio. Don Rufino sí que sabe hacer negocios… lo hizo antes y lo hace ahora. Solo que todo queda… en familia.