Viernes 18, casi a mediana tarde, con todas las de la ley, cayo ese arbolito, que ya andaba chuequito y que muchos decían – esta vaina se va a caer. Y reto cumplido, se cayó, y curiosamente en la trompa de un camión de la empresa MACONSA, no hubo la famosa tragedia que algunos periódicos hubieran querido; pero no, no cayó sobre una moto o auto, solo en un camión que dejo a su chofer solo en estado shock.
Pucallpa es una ciudad que crece desordenadamente a velocidad celular. Los árboles son parte del atractivo de una ciudad amazónica y se los ve como una hierbita más de la huerta; pero estos colosos, no acostumbrados al cemento, asfalto y demás cosas que imposibilitan enraizarse con gusto, hacen que por algún viento pícaro o vejes propia se vengan abajo y destruyan algo o alguien que pasaba por ahí sin querer queriendo.
Yo no soy un ensalzado en el tema de quien hueveras está a cargo con esto de los árboles en la ciudad. Si hay alguien que controla a que no se vengan abajo de una forma tan repentina o que poden o corten el árbol para evitar algún desastre semi-natural.
Todo bonito, todo verde; pero se pone negro cuando se mezcla la infraestructura, muchas veces barata, con lo natural. Un árbol frondoso en una ciudad es para morirse, pobres raíces, pobre cemento; todos se pelean por algo de espacio, Aunque ya se sabe que los arboles siempre salen perdiendo.
Creo yo, que la alcaldía o quien le corresponda ese espacio de la ciudad tenga un lugar para quejas. Sea web, Facebook, Fono-quejas o un simple buzón de sugerencias; porque es tiempo ya, que algunos ciudadanos, que son muchos ojos que todo lo ven y sino lo inventan; estén sugiriendo cambios en algunas infraestructuras defectuosas, tanto como esos árboles que no dejan ver los semáforos o esos semáforos locos que les encanta hacer choques en hora punta. Ahí uno debería quejarse; pero como yo no sé dónde, no puedo hacerlo, más bien solo escribirlo en este espacio.