domingo, 20 de noviembre de 2011

Colosos

Viernes 18, casi a mediana tarde, con todas las de la ley, cayo ese arbolito, que ya andaba chuequito y que muchos decían – esta vaina se va a caer. Y reto cumplido, se cayó, y curiosamente en la trompa de un camión de la empresa MACONSA, no hubo la famosa tragedia que algunos periódicos hubieran querido; pero no, no cayó sobre una moto o auto, solo en un camión que dejo a su chofer solo en estado shock.

Pucallpa es una ciudad que crece desordenadamente a velocidad celular. Los árboles son parte del atractivo de una ciudad amazónica y se los ve como una hierbita más de la huerta; pero estos colosos, no acostumbrados al cemento, asfalto y demás cosas que imposibilitan enraizarse con gusto, hacen que por algún viento pícaro o vejes propia se vengan abajo y destruyan algo o alguien que pasaba por ahí sin querer queriendo.

Yo no soy un ensalzado en el tema de quien hueveras está a cargo con esto de los árboles en la ciudad. Si hay alguien que controla a que no se vengan abajo de una forma tan repentina o que poden o corten el árbol para evitar algún desastre semi-natural.

Todo bonito, todo verde; pero se pone negro cuando se mezcla la infraestructura, muchas veces barata, con lo natural. Un árbol frondoso en una ciudad es para morirse, pobres raíces, pobre cemento; todos se pelean por algo de espacio, Aunque ya se sabe que los arboles siempre salen perdiendo.

Creo yo, que la alcaldía o quien le corresponda ese espacio de la ciudad tenga un lugar para quejas. Sea web, Facebook, Fono-quejas o un simple buzón de sugerencias; porque es tiempo ya, que algunos ciudadanos, que son muchos ojos que todo lo ven y sino lo inventan; estén sugiriendo cambios en algunas infraestructuras defectuosas, tanto como esos árboles que no dejan ver los semáforos o esos semáforos locos que les encanta hacer choques en hora punta. Ahí uno debería quejarse; pero como yo no sé dónde, no puedo hacerlo, más bien solo escribirlo en este espacio.

lunes, 14 de noviembre de 2011

UN DÍA

Lunes otra vez, y otra vez el desquite; despertarse, buscar la chinela y ver los mensajes perdidos. Reina el desenfoque visual, es el sol y su comitiva, que vienen a deslumbrar más que un rostro desencajado, que con un poco de pintura y algo de agua no puedan arreglar; claro está, borrón y cuenta nueva y listo; un par de tragos de Listerine, algo de dolor para despertarse del todo bien o quién sabe.

Desayuno, algo de café y alquitrán, algo de oxígeno para variar, y claro, música para escapar de este lugar.

Prender la tele es un martirio, es un ida y vuelta nomas, ver al tipo de las corbatas festivas y lentes cuadrados, que entrevista como si estuviera en un café del centro.

Termina el show y es hora de inventarse un tema, un rol y un par de bromas que solo yo entiendo y creo yo, nadie más. Hacer el dibujo subliminal, que solo sé que es por matar el tiempo, ya que en el dibujo hago lo que en mis propias palabras no logro, una sonrisa a otros.

Llaman al celular, hay que subirse la serotonina para poder contestar, pensar en chocolate y hacerse el gracioso, el chabacano y callejonero. Tirando todas las “jeringas” y ponerse el término “yo sé”.

Enviar trabajillos por mail, recibir una paga infiel, desleal y desmerecida, ya que las cojudecitas no valen tanto como el canto de gorrión de algunos enfrascados al aire acondicionado y al tiki-tac tiki-tac rutinario.

Almuerzo ilusiones con una ensalada de soledad y un refresco heladito de tolerancia. La sagrada siesta, que en climas tan hostiles es demás decir que se sueñan pesadillas.

Cae el sol, despiertan los nocturnos, la mente liberada y alguna infusión con algo de droga barata. Salir del inframundo es ventajoso, uno sale con dosis de psicótico que se relame los labios en favor a la libertad.

Todos caen entre el dulce y toxico sabor de los humeantes, van y vienen como balas sin calibre, después del despojo de emociones, son sus cartuchos prueba de la batalla, entre breves ilusiones de placer que en cada pitada esconde un velo mortal.

Son las tres de la mañana y se cierra el kiosco, dejando de lado varias imperfectos, dormir un poco no es consuelo de un día impropio, más bien es un recreador de uno que otro Deja vu metiche, asociado a la falta de sueño, a los cocteles de pastillas y a algo paupérrimo en la almohada. Tengan un bien día.