martes, 31 de enero de 2012

TABACO Y RON


Un trago de dulce ron cubano, unos cigarrillos algo arrugados en la punta. Yo, encerrado en un cuarto, en alegre soledad, con tísico silencio, y cuotas de efervescencia.

Dando por ahí, algunos saltos, que por cierto son algo desatinado, entre la cordura, el amor de verano y la incondicional. Si, ella que todo lo sabe, pero al final encandila como un trago amargo, que obligatoriamente hay que beber, solo por la ebriedad de lo salado que cae en el mar.


Soy muy ocioso para enamorar o arrodillarme, para pedir permiso de una mano. Soy ocioso para volver a coquetear, creo y que prefiero que ellas empiecen la chamba difícil. Es icónico que la soltería paso de mejor compañía a solución. Libertad para mí, mi tiempo, mis planes, mis salidas. Aunque pega fuera la necesidad de una caricia, un abraso, un beso. Un te quiero. Y caer en todas las cursilerías y clichés de telenovela.


Praderas y más praderas. Eso es todo lo que quisiera, ya que rehúyo al amor, al gileo, la conquista y esas saliditas donde a veces hay que sobreactuar para impresionar. Dejando de lado al viejo pastrulo, cansado y con ganar de callar. Solo quiero ver a la luna, estar solo en silencio. Encantado. Inundado por la paz que da. El silencio. Su silencio.


Detesto los horarios, las marcadas de tarjeta, las alarmas jodiendo y uno que otro papeleo, innecesario para mí; pero tan necesaria para ese caos social de allá afuera. Me uno a la causa que solo se da a la libertad de uno mismo, entre tantos pasos “walking” de persona que viven encasilladas en oficinas tan repetitivas. Donde solo se trabaja para pagar a la sociedad y no para vivir con sed de triunfo. Puta burocracia.

Volvemos a la sazón del ron cubano, un poco más de hielo, que el clima se ha vuelto hostil.

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