lunes, 21 de mayo de 2012

Carlita


Diez de la noche y me habían invitado casi a la fuerza a la Discoteca de moda en ese tiempo. Todos coquetos, todos nice y todos con mucho billete, que por principio chelístico se hacía agua.

De buena o mala manera conocí a Carlita, chica de buena pinta, que se apareció por arte de magia mientras prendía un cigarrillo. Carlita se apresuró a pedirme uno, sin conocerme y con todo lo demás se pudo abusar algo de palabras.

Después de media cajetilla y unas cuantas jarras, unas carcajadas, y que Carlita pidió un Tequila con cacha y elegancia. La suerte de la noche se iba a rumbos cómplices, el alcohol dando de facilitador de un tratado de libre comercio y todo listo. Carlita sin pedir bailes y demás movimientos se asomó a mí  y entre murmullos puso las reglas firmes. Ella quería, yo quería y creo que todos querían; pero esos son otros asuntos que en ese momento no me importaban.

Saliendo de ese local, casi arrinconado por camionetas, decidimos pedir un Motocar; como siempre el conductor viendo la situación alegre, se puso a negociar nuestra alegría, subiendo su tarifa; pero ¡A LA MIERDA! Nada impide un momento Kodak y menos hoy que uno anda acompañado.

De todas maneras subimos al Motocar, entre el movimiento del vehículo, las zonas oscuras y las luces amarillas de la ciudad, se escapaba algo de adicción, como si fuéramos prófugos, todo mesclado en ese sabor a cigarrillos y alcohol que saboreábamos en el transcurso del camino.

Llegamos al destino, un no tan lujoso hostal, por no ser grosero, Un Matadero. Entramos a escondidas como dos picaros chiquillos, por suerte había habitaciones disponibles, todo estaba hecho a pedir de boca y claro, de boca a boca. Carlita Prendía otro cigarrillo mientras subíamos a la habitación, un par de cosquillas mientras intentaba abrir la puerta de la habitación, ella  con cara de impaciente mientras arrojaba el cigarrillo y me atacaba a besos, era algo imposible abrir esa maldita puerta, con ese ataque feroz de Carla. Ella quería hacerlo ahí nomás en el pasadizo de la habitación y yo aún tenía la llave en la mano.

Después de varios intentos… y varios intentos de más, se pudo abrir la puerta de la habitación, era un arranque bestial entre los dos, Carla no andaba con rodeos y se quitó la ropa como Flash, hasta… que de pronto se levantó bruscamente y corrió al baño. Era demasiado pedir que todo ese alcohol ingerido seria el asesino de esa noche extasiada. Carla vomito una y otra vez, y bueno… con ese matapasiones el saludo a la bandera ya era una guerra perdida. Solo me quedo esperar que Carlita se pusiera bien, salir del lugar cabizbajo y creo que el administrador creyó que los ojos rojos y llorosos de Carlita fueron por algún felatio extremo, pero bueno… que se quede con el morbo. Porque yo me quede con las ganas. 

martes, 15 de mayo de 2012

LA BODA


Me habían invitado a una boda. Bueno, invitaron a Luciana; pero era de un conocido, que es más amigo de Luciana que mío.

Como ya sabrán, le tengo algo de repulsión al matrimonio, que viene con el plus de los entierros, las escenas de dolor me llevan a la comedia extrema y yo no estoy para moquear, y claro, las bodas me hacen recodar lo corta que es la vida.

El día de la boda. Un día en el que el clima apuntaba a joder, donde las reservas eran fuera del centro de la ciudad, podría jurar que era una de esas bodas privadas, lejos de toda iglesia que apuntaba al cielo.

Hora de Recoger  a Luciana, me sentía como un testigo de Jehova, con la camisa gris y la corbata, en este calor era un pecado, ir a una boda para mí era un pecado; pero todo sea por Luciana que me amenazo en ir con ella a la boda.

Llegando al centro a comprar unos cigarrillos, para no perder la costumbre; por cierto Luciana odia a los fumadores, dice que es el peor vicio del mundo, pero bueno, tiene algo de razón, solo algo. El que atiende en la Bodega me pregunta si me voy a casar, yo sonrió y digo - ¡Dios me salve!  Que aún no pierdo la cabeza, solo voy a un matrimonio a ver cómo van a la guillotina.  El vendedor se ríe y dice, por suerte me divorcie. Eso sí  fue un chiste cruel.

Hora de recoger a Luciana, que vive en Alamedas y como no tengo ni donde caerme muerto y mucho menos un auto y una moto, será en colectivo. Para mi mala suerte empezó a llover muy fuerte y después de 3 paradas – Centro-Yarina-Centro-Alamedas (Puta lluvia). Al fin pude llegar a su casa. Llegando ya, me recibió su mamá tan bondadosa y consentidora conmigo, me dijo que esperara a Luciana que se estaba arreglando. Media hora más tarde salió Luciana, con ese hermoso vestido color vino, como para beberlo todo, se veía mucho más hermosa que de costumbre, y subió en algo la temperatura, porque empecé a sudar, será el color vino de su vestido, ¿no?

Ya en el recinto donde se organizaba la boda, que quedaba  a 500 metros lodosos del km 7 gracias a la lluvia. En el acto a dar las invitaciones, había muchos conocidos sorprendidos de mi manera de vestir y más por Luciana, que estaba muy hermosa. En son de broma me habían dicho para detener a Luciana en caso que quisiera detener la boda. En si ella no aceptaba que su amigo se casara, y yo no aceptaría que ella arruinara la boda, era el honor de detenerla; pero en son de broma. Luciana estaba entusiasmada y quería que tome muchas fotos, yo me había estresado y solo quería fumar un cigarrillo afuera de recepción, pensaba en escaparme un ratito mientras ella se quedaba con sus amigas  charlando; pero era una misión suicida y no pude salir.

Y llego el momento de la verdad. Llegaron los novios, fotos por aquí y por allá, todos amontonados, y yo solo me limite a pelar los choclos y a pensar en Slipknot, mientras me jalaban para tomar fotos a los novios y Luciana quería muchas fotos. Ya todos en la ceremonia sentados como niños buenos, empezó la música esa que hace llorar, la marcha nupcial. Vi de reojo como los ojos de Luciana brillaban, la emoción era muy clara, yo solo me limite a pasarle un pañuelo y animarla un poco para que deje de llorar. Aunque sinceramente la Marcha Nupcial me dejo con escalofríos.

Era demasiado la emoción que se vivía y creo que yo era el único que pensaba en un trago  o dos; pero hasta que no diga –SI, ACEPTO- y se acabe esto y bueno, sí lo dijo y todos felices. Se tomó la foto de rigor con las sonrisas Kolynos con los Esposos y pasamos a la camaradería. Ya sentados en la Camaradería, pusieron música cristiana o muy alegre, ya me olvide si eran de Evangélicos o Adventistas, pero es la misma vaina, me aburrí, no tenía mucho de qué hablar y entre gestos míos, Luciana también se aburrió, le dije que saldría un momento; y fue cuando pude salir casi corriendo a prender un cigarrillo, fumarlo con goce y casi al rato ser ampayado por Luciana, que puso una cara de disgusto única, como si le estuviera sacando la vuelta con otra mujer.  En fin, tuve que botar casi llorando el puchito, mientras ella me reclamaba el gesto y el cigarro, y yo – Oh Rayos, no quisiera casarme nunca. Suena irónico decirlo cuando estas en una boda.

Entre la molestia de Luciana y mi cara de, yo no hice nada, tuve que confesarle que la fiesta estaba algo aburrido, era muy de Evangélicos santurrones, tías cucufatas y músicas casi de cementerio, ante tal confesión Luciana furiosa me dijo, que nos largáramos del lugar, y luego se retiró con todo fuera del recinto. Luciana se fue en quinta muy furiosa, y yo tuve que perseguirla, y en mi mente yo decía "Maldición, es Libra". Todo estaba lodoso y Luciana hacia magia con sus tacos, mientras mis zapatos ya estaban hechos mierda. Mis disculpas ante ella no surtían efecto y ya habíamos caminado 2 cuadras, y en un acto fugaz me adelante a ella y me puse en frente, deteniendo su furiosa ida. Pude hacer que se calme, me disculpe y le dije que estaba bromeando, Luciana se calmó por completo y pudimos regresar a la boda, ella regia y yo con los zapatos como cemento. Creo yo, que si no me hubiera importado tanto, hubiera dejado que se vaya, pero en fin las cosas pasan por algo, aunque de buenas a primeras no me gusto su reacción.

Al final de ese impase y con algunas copas de más, Salimos de la boda a colarnos en el Divina Montaña Resort, y bueno, yo no soy un bailarín de primera, solo se mover mi cabeza como esos perritos en los taxis, pero ahí estaba yo, bailando con Luciana y la muy loca se sacó los tacos para poder bailar y casi me arranca la corbata, era genial bailar la salsita pegadita y una música regional que duro diez eternos minutos Pandilleando, era Luciana y nada más. Fue uno de esos días que empiezan hasta el Pincho y terminan de Puta madre.