Diez de la noche y me habían
invitado casi a la fuerza a la Discoteca de moda en ese tiempo. Todos coquetos,
todos nice y todos con mucho billete,
que por principio chelístico se hacía agua.
De buena o mala manera conocí a
Carlita, chica de buena pinta, que se apareció por arte de magia mientras prendía
un cigarrillo. Carlita se apresuró a pedirme uno, sin conocerme y con todo lo demás
se pudo abusar algo de palabras.
Después de media cajetilla y unas
cuantas jarras, unas carcajadas, y que Carlita pidió un Tequila con cacha y
elegancia. La suerte de la noche se iba a rumbos cómplices, el alcohol dando de
facilitador de un tratado de libre comercio y todo listo. Carlita sin pedir
bailes y demás movimientos se asomó a mí
y entre murmullos puso las reglas firmes. Ella quería, yo quería y creo
que todos querían; pero esos son otros asuntos que en ese momento no me
importaban.
Saliendo de ese local, casi
arrinconado por camionetas, decidimos pedir un Motocar; como siempre el conductor
viendo la situación alegre, se puso a negociar nuestra alegría, subiendo su
tarifa; pero ¡A LA MIERDA! Nada impide un momento Kodak y menos hoy que uno
anda acompañado.
De todas maneras subimos al
Motocar, entre el movimiento del vehículo, las zonas oscuras y las luces
amarillas de la ciudad, se escapaba algo de adicción, como si fuéramos prófugos,
todo mesclado en ese sabor a cigarrillos y alcohol que saboreábamos en el
transcurso del camino.
Llegamos al destino, un no tan
lujoso hostal, por no ser grosero, Un Matadero. Entramos a escondidas como dos
picaros chiquillos, por suerte había habitaciones disponibles, todo estaba
hecho a pedir de boca y claro, de boca a boca. Carlita Prendía otro cigarrillo
mientras subíamos a la habitación, un par de cosquillas mientras intentaba
abrir la puerta de la habitación, ella
con cara de impaciente mientras arrojaba el cigarrillo y me atacaba a
besos, era algo imposible abrir esa maldita puerta, con ese ataque feroz de
Carla. Ella quería hacerlo ahí nomás en el pasadizo de la habitación y yo aún tenía
la llave en la mano.
Después de varios intentos… y
varios intentos de más, se pudo abrir la puerta de la habitación, era un
arranque bestial entre los dos, Carla no andaba con rodeos y se quitó la ropa
como Flash, hasta… que de pronto se levantó
bruscamente y corrió al baño. Era demasiado pedir que todo ese alcohol ingerido
seria el asesino de esa noche extasiada. Carla vomito una y otra vez, y bueno…
con ese matapasiones el saludo a la bandera ya era una guerra perdida. Solo me
quedo esperar que Carlita se pusiera bien, salir del lugar cabizbajo y creo que
el administrador creyó que los ojos rojos y llorosos de Carlita fueron por algún
felatio extremo, pero bueno… que se quede con el morbo. Porque yo me quede con
las ganas.
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