Me habían invitado a una boda. Bueno,
invitaron a Luciana; pero era de un conocido, que es más amigo de Luciana que mío.
Como ya sabrán, le tengo algo
de repulsión al matrimonio, que viene con el plus de los entierros, las escenas
de dolor me llevan a la comedia extrema y yo no estoy para moquear, y claro,
las bodas me hacen recodar lo corta que es la vida.
El día de la boda. Un día en el
que el clima apuntaba a joder, donde las reservas eran fuera del centro de la ciudad,
podría jurar que era una de esas bodas privadas, lejos de toda iglesia que
apuntaba al cielo.
Hora de Recoger a Luciana, me sentía como un testigo de
Jehova, con la camisa gris y la corbata, en este calor era un pecado, ir a una
boda para mí era un pecado; pero todo sea por Luciana que me amenazo en ir con
ella a la boda.
Llegando al centro a comprar unos
cigarrillos, para no perder la costumbre; por cierto Luciana odia a los
fumadores, dice que es el peor vicio del mundo, pero bueno, tiene algo de razón,
solo algo. El que atiende en la Bodega me pregunta si me voy a casar, yo sonrió
y digo - ¡Dios me salve! Que aún no
pierdo la cabeza, solo voy a un matrimonio a ver cómo van a la guillotina. El vendedor se ríe y dice, por suerte me
divorcie. Eso sí fue un chiste cruel.
Hora de recoger a Luciana, que
vive en Alamedas y como no tengo ni donde caerme muerto y mucho menos un auto y
una moto, será en colectivo. Para mi mala suerte empezó a llover muy fuerte y después
de 3 paradas – Centro-Yarina-Centro-Alamedas (Puta lluvia). Al fin pude llegar
a su casa. Llegando ya, me recibió su mamá tan bondadosa y consentidora conmigo,
me dijo que esperara a Luciana que se estaba arreglando. Media hora más tarde salió
Luciana, con ese hermoso vestido color vino, como para beberlo todo, se veía mucho
más hermosa que de costumbre, y subió en algo la temperatura, porque empecé a
sudar, será el color vino de su vestido, ¿no?
Ya en el recinto donde se
organizaba la boda, que quedaba a 500
metros lodosos del km 7 gracias a la lluvia. En el acto a dar las invitaciones,
había muchos conocidos sorprendidos de mi manera de vestir y más por Luciana,
que estaba muy hermosa. En son de broma me habían dicho para detener a Luciana
en caso que quisiera detener la boda. En si ella no aceptaba que su amigo se
casara, y yo no aceptaría que ella arruinara la boda, era el honor de detenerla;
pero en son de broma. Luciana estaba entusiasmada y quería que tome muchas
fotos, yo me había estresado y solo quería fumar un cigarrillo afuera de recepción,
pensaba en escaparme un ratito mientras ella se quedaba con sus amigas charlando; pero era una misión suicida y no
pude salir.
Y llego el momento de la verdad. Llegaron
los novios, fotos por aquí y por allá, todos amontonados, y yo solo me limite a
pelar los choclos y a pensar en Slipknot, mientras me jalaban para tomar fotos
a los novios y Luciana quería muchas fotos. Ya todos en la ceremonia sentados
como niños buenos, empezó la música esa que hace llorar, la marcha nupcial. Vi de
reojo como los ojos de Luciana brillaban, la emoción era muy clara, yo solo me
limite a pasarle un pañuelo y animarla un poco para que deje de llorar. Aunque
sinceramente la Marcha Nupcial me dejo con escalofríos.
Era demasiado la emoción que se vivía
y creo que yo era el único que pensaba en un trago o dos; pero hasta que no diga –SI, ACEPTO- y se acabe esto y bueno, sí lo dijo y todos felices. Se tomó la foto de rigor con
las sonrisas Kolynos con los Esposos y pasamos a la camaradería. Ya sentados en
la Camaradería, pusieron música cristiana o muy alegre, ya me olvide si eran de
Evangélicos o Adventistas, pero es la misma vaina, me aburrí, no tenía mucho de
qué hablar y entre gestos míos, Luciana también se aburrió, le dije que saldría
un momento; y fue cuando pude salir casi corriendo a prender un cigarrillo,
fumarlo con goce y casi al rato ser ampayado por Luciana, que puso una cara de
disgusto única, como si le estuviera sacando la vuelta con otra mujer. En fin, tuve que botar casi llorando el
puchito, mientras ella me reclamaba el gesto y el cigarro, y yo – Oh Rayos, no
quisiera casarme nunca. Suena irónico decirlo cuando estas en una boda.
Entre la molestia de Luciana y mi
cara de, yo no hice nada, tuve que confesarle que la fiesta estaba algo
aburrido, era muy de Evangélicos santurrones, tías cucufatas y músicas casi de cementerio,
ante tal confesión Luciana furiosa me dijo, que nos largáramos del lugar, y luego
se retiró con todo fuera del recinto. Luciana se fue en quinta muy furiosa, y
yo tuve que perseguirla, y en mi mente yo decía "Maldición, es Libra". Todo estaba lodoso y Luciana hacia magia con sus
tacos, mientras mis zapatos ya estaban hechos mierda. Mis disculpas
ante ella no surtían efecto y ya habíamos caminado 2 cuadras, y en un acto
fugaz me adelante a ella y me puse en frente, deteniendo su furiosa ida. Pude
hacer que se calme, me disculpe y le dije que estaba bromeando, Luciana se calmó
por completo y pudimos regresar a la boda, ella regia y yo con los zapatos como
cemento. Creo yo, que si no me hubiera importado tanto, hubiera dejado que se
vaya, pero en fin las cosas pasan por algo, aunque de buenas a primeras no me
gusto su reacción.
Al final de ese impase y con
algunas copas de más, Salimos de la boda a colarnos en el Divina Montaña Resort,
y bueno, yo no soy un bailarín de primera, solo se mover mi cabeza como esos
perritos en los taxis, pero ahí estaba yo, bailando con Luciana y la muy loca
se sacó los tacos para poder bailar y casi me arranca la corbata, era genial
bailar la salsita pegadita y una música regional que duro diez eternos minutos
Pandilleando, era Luciana y nada más. Fue uno de esos días que empiezan hasta
el Pincho y terminan de Puta madre.
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