Siete de la mañana, todo lo que
uno quisiera de un buen día, solo que con un par de arañones encima, y el sabor
a alcohol era parte del momento. Levantarse de la cama por ese delicioso olor a
café de venia de la cocina, llegar y encontrarse con Roxana, sonreírle de una
forma picara y darse un beso en el cuello mientras agarraba su cintura. Era el
día perfecto, el cielo estaba demasiado azul para ser cierto, solo un friaje
pasajero haría que el cielo terminara así de azul.
Me siento y espero que Roxana me sirva el café, ella
sabe en qué taza y con cuanta azúcar, Roxana lo sabe todo. Nos echamos a
conversar mientras la casa se aromatiza con el sabor colombiano, un par de
risas por ahí, mientras se nos va la resaca, un par de besos por ahí, mientras
se entran las ganas. Roxana me habla de los indignados y yo le enseño el Blackberry
con algunos tweets de gente indignada, Solo le digo - Gente para más cojuda. La
gente se indigna por todo y no ven en donde están parados, es justo y necesario
una buena dosis de desahuevina en el anexo, le digo a Roxana mientras nos reímos
de los indignados. Nos pasamos un par de puchos en la azotea, el sol esta
matador; pero de lo más adorable. Después de 14 grados, el sol es el superhéroe por
ahora, después ya será un vil hijo de puta.
Son las diez de la mañana y por
decirlo de esa forma, Roxana se molesta, ya es muy tarde para ella y se tiene
que ir, le agradezco el café y la noche, esta demás decir que la noche estuvo…
más que bien. La despido con un beso, casi eterno; pero un poco austero. Roxana se
va y la magia de ese día se fue con ella.
Había conseguido trabajo como
capacitador. No era de más mencionar la mala racha que tengo al enviar Currículos
como loco y que una que otra empresa me llame como última opción. Tengo que
aprender a photoshopear mi Bio, un poco más de floro y sonrisa kolynos.
Primer día de chamba, uno llega
con la pinta de niño bueno, tan desnudo como andar sin gorra, barba y demás armas
que uno usaba a diario. Obviamente lo pastrulo no me lo quita nadie; pero ahí estaba
yo, intentando ser un capacitador, que por cierto no fue capacitado, así que había
que improvisar un poco, a lo Pataclaun. Todo era puro floro, del estatal, que
ya sabemos.
Al lado estaba Natalia, la famosa
chica plástica. Ella era una diva, pura sonrisa y mucho halago por todos lados.
Todos sus alumnos estaban en su granja de cuyes, asintiendo a todo, por todo y
sin entender nada; mientras los míos ya carajeaban y uno que otro usaba polo
negro. Natalia, era la chica plástica, podría haber sido Miss, reina o patrona;
pero decidió ser capacitadora. Nunca hable con ella, no podía entre tantos
halagadores que le correteaban por todos lados, yo no pasaba de un hola, una
leve sonrisa y un conchasumare en la
mente.
Pasaron las semanas y Natalia era
la reina, todos querían salir con ella, le llegaban mensajes, recados,
peluches, chocolates y un ole-ole, de harto fan arrecho, aguantado y cristiano.
Ella pasaba por mi aula por ratitos, cuando se escuchaban risas de tanto hablar
huevadas; claro, se ríen porque son anécdotas de toda la vida y a todos les ha pasado, no soy un payaso; pero mi mamá dice que fácil
la hago de machín. Are-Ajo-Erda.
Llego el último día de capacitación,
yo lleno de preguntas de tanto muchacho que no entendió nada y Natalia llena de
flores de muchachos que no entendieron nada, pero les llegó al pincho igual. Como
parte del cierre de charlas, nada técnicas por cierto, a los capacitadores les habían
invitado a una pequeña reunión, de esas que uno hace que no hace, pero la hace.
Todos inflando el ego de Natalia, ella toda sonriente, yo con cara de huevón en
la esquina de los fumadores, ósea yo solito. En eso salgo un rato, como quien
escaparme de tanto molusco babeante, que solo tiene ojos para la santa sonrisa
de Natalia. Prendo un pucho y veo salir a Natalia, se dirige hacia donde estoy,
no está sonriendo como siempre. Me saluda con una sonrisa dulce, nada plástica.
Me pide un pucho, se lo doy y por primera vez veo fumar a Natalia. Entre
pitadas conversamos afuera del local, le pregunto por sus fans y mientras ella suelta
un chorro de humo, sonríe y me dice, esos
sonsos, demasiado aburridos; parece que nunca hubieran visto una mujer; yo sonrío,
ella sonríe, nos miramos y soltamos unas carcajadas. Natalia me pregunta por mi
afán de comediante, dice que soy gracioso y eso le gusta, yo le digo, soy recontra aburrido y monse, ella sonríe
y da unas pitadas y me dice, claro,
claro, aburrido y monse, nos damos un par de miradas cómplices y volvemos a
reír, le digo, van a pensar que estamos bien fumados, y volvemos a reír. Al
rato sale unos de los aduladores de Natalia, le llama para que se una a su
mancha, yo le digo a Natalia que ya me voy, ella hace un gesto de descontento,
me acerco a despedirme y ella me roba un beso, en eso yo la miro, ella me mira
y con toda la pica del momento, nos besamos. El tiempo se detuvo en ese
instante, faltaba la toma con giro de 360 grados con alguna música de Mar de
copas; pero quedo ahí en ese beso tibio y generoso, que tenía que robarse
completito. Yo me alejo del lugar, mientras veo a Natalia entrar con una
sonrisa pícara, de seguro volverá a su sólida sonrisa plástica, solo para el
deleite de los moluscos aduladores.
En el taxi, me llega un mensaje al teléfono
que decía: ni aburrido, ni monse.