Había conseguido trabajo como
capacitador. No era de más mencionar la mala racha que tengo al enviar Currículos
como loco y que una que otra empresa me llame como última opción. Tengo que
aprender a photoshopear mi Bio, un poco más de floro y sonrisa kolynos.
Primer día de chamba, uno llega
con la pinta de niño bueno, tan desnudo como andar sin gorra, barba y demás armas
que uno usaba a diario. Obviamente lo pastrulo no me lo quita nadie; pero ahí estaba
yo, intentando ser un capacitador, que por cierto no fue capacitado, así que había
que improvisar un poco, a lo Pataclaun. Todo era puro floro, del estatal, que
ya sabemos.
Al lado estaba Natalia, la famosa
chica plástica. Ella era una diva, pura sonrisa y mucho halago por todos lados.
Todos sus alumnos estaban en su granja de cuyes, asintiendo a todo, por todo y
sin entender nada; mientras los míos ya carajeaban y uno que otro usaba polo
negro. Natalia, era la chica plástica, podría haber sido Miss, reina o patrona;
pero decidió ser capacitadora. Nunca hable con ella, no podía entre tantos
halagadores que le correteaban por todos lados, yo no pasaba de un hola, una
leve sonrisa y un conchasumare en la
mente.
Pasaron las semanas y Natalia era
la reina, todos querían salir con ella, le llegaban mensajes, recados,
peluches, chocolates y un ole-ole, de harto fan arrecho, aguantado y cristiano.
Ella pasaba por mi aula por ratitos, cuando se escuchaban risas de tanto hablar
huevadas; claro, se ríen porque son anécdotas de toda la vida y a todos les ha pasado, no soy un payaso; pero mi mamá dice que fácil
la hago de machín. Are-Ajo-Erda.
Llego el último día de capacitación,
yo lleno de preguntas de tanto muchacho que no entendió nada y Natalia llena de
flores de muchachos que no entendieron nada, pero les llegó al pincho igual. Como
parte del cierre de charlas, nada técnicas por cierto, a los capacitadores les habían
invitado a una pequeña reunión, de esas que uno hace que no hace, pero la hace.
Todos inflando el ego de Natalia, ella toda sonriente, yo con cara de huevón en
la esquina de los fumadores, ósea yo solito. En eso salgo un rato, como quien
escaparme de tanto molusco babeante, que solo tiene ojos para la santa sonrisa
de Natalia. Prendo un pucho y veo salir a Natalia, se dirige hacia donde estoy,
no está sonriendo como siempre. Me saluda con una sonrisa dulce, nada plástica.
Me pide un pucho, se lo doy y por primera vez veo fumar a Natalia. Entre
pitadas conversamos afuera del local, le pregunto por sus fans y mientras ella suelta
un chorro de humo, sonríe y me dice, esos
sonsos, demasiado aburridos; parece que nunca hubieran visto una mujer; yo sonrío,
ella sonríe, nos miramos y soltamos unas carcajadas. Natalia me pregunta por mi
afán de comediante, dice que soy gracioso y eso le gusta, yo le digo, soy recontra aburrido y monse, ella sonríe
y da unas pitadas y me dice, claro,
claro, aburrido y monse, nos damos un par de miradas cómplices y volvemos a
reír, le digo, van a pensar que estamos bien fumados, y volvemos a reír. Al
rato sale unos de los aduladores de Natalia, le llama para que se una a su
mancha, yo le digo a Natalia que ya me voy, ella hace un gesto de descontento,
me acerco a despedirme y ella me roba un beso, en eso yo la miro, ella me mira
y con toda la pica del momento, nos besamos. El tiempo se detuvo en ese
instante, faltaba la toma con giro de 360 grados con alguna música de Mar de
copas; pero quedo ahí en ese beso tibio y generoso, que tenía que robarse
completito. Yo me alejo del lugar, mientras veo a Natalia entrar con una
sonrisa pícara, de seguro volverá a su sólida sonrisa plástica, solo para el
deleite de los moluscos aduladores.
En el taxi, me llega un mensaje al teléfono
que decía: ni aburrido, ni monse.
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