Era la carta al retiro, al desmán y desalojo. Era la última
jugada, no quedaba de otra, solo un punto final de entre tanto punto aparte.
De los buenos años, de su calor y su repentino cambio
estacionario, de ese gélido mensaje mudo que solo reflejaba una mirada llena de
palabras. Palabras que eran dardos impronunciables de poca belleza, que marcaban
el final de esa melodía, la última sonata.
Me habían quedado las cartas rotas, de palabras flojas, escritas en vano. Por todos
lados llovía un poco de ese pesar, de lo cotidiano, la rutina, el no decir
nada. Esos celos que lo matan todo, sin respeto a nada.
Del poco placer, de esos besos fríos, caminatas eternas y
mudas, de esos pocos mensajes que ya no se entienden, de esa marca casi ajena,
de todo eso no quedan ni rastros, ni en sábanas blancas ocultando el cálido
sudor del momento, matando las risas, el habla.
¿Qué pasó amada mía? Nos fuimos a la mierda de nuevo ¿Nos
casamos o nos cansamos? ¿Nos cantamos o nos hartamos? Es sencillo mi princesa,
que todo esto va para el caño, es justo y necesario el cambio; pero veo que eso
no va contigo. Entre tus dotes de madre superiora, de santa y puritana, de esos
dotes de superioridad. Veras, eso no va conmigo, ni con nadie. No dudes en
gritar y enfurecerte, pero ten cuidado con sofocarte, que aun pienso en ti; pero no de igual manera. Un par de palmas del público, la reverencia del
momento y quizás el último abrazo, sin puñales.
Eran las dos de la mañana, había llovido un poco, el clima
era invierno puro y se había llenado el cenicero, por ahí se escuchaban las últimas
palabras. Era obvio el silencio. Ahí estaba Marcela, a un lado, callada,
meditabunda, de mirada perdida.
De pronto me mira, veo sus manos convertirse en puños, veo
esa mirada encenderse de ira, veo su cuerpo temblar y veo a Marcela entrar en
llanto. De a poco la veo desmoronarse del todo, su mirada encendida decae de
golpe, Marcela debe odiar todo esto, pero todo se le escapa de las manos, para
ella esto es inconcebible, y yo solo logro contemplarla en el más profundo
silencio.
Marcela debe querer consuelo; pero yo soy un canalla, y como
tal, solo dispongo a verla. Y aunque canalla y malvado, sé que estoy atando mis
manos para evitar ese calor que ella aclama, de su llanto incomprendido,
desmerecido quizás, pero muy en el fondo necesario.
Marcela decae una y otra vez en el llanto, balbucea, tratando
de decir algo pero en su estado solo se entiende su pesar. Marcela llora,
dolida, con el orgullo quebrantado, y yo solo me quedo callado admirando esa
escena.
Un cuarto para las tres, empieza a hacer algo de frío, todo
en silencio de nuevo. Me dispongo a irme y solo escucho un débil y casi
insonoro: No te vayas. Era un llamado al
retorno y a lo mismo. Pero ya todo se
había acabado. Quizás muchos antes.
Con todo esto de las chambas,
entre enviar curriculums como si
fueran volantes para el circo, vestirse como pingüino como si fueras a una
boda, andar con esos zapatos tan incomodos; todo un desastre para
alguien que solo quiere trabajar, ganarse el pan, tres chelas y dos puchos. Colas
inmensas, entrevistas agotadoras, es peor que Jugar half-life, dije.
Entre tanto correteo busco un
poco de aire llamado Lucky Strike, y recuerdo mi primera chamba, sonrió y digo:
En ese tiempo no había que pasar por tanta mierda.
Eran inicios del 2006, era joven,
eso me decían. No tenía ni un cobre y mucho menos oro, era un mantenido más en
este país que quería destetarme a la fuerza. Por esos tiempos no tenía internet
en casa y tenía que ir a las cabinas del centro. Ver correos, Messenger (que en
paz descanse), Jugar Gunbound y Muonline, era lo de siempre. Ya me había hecho
pata del que atendía y se podía cruzar un par palabras con toda confianza. Una
vez dijo que necesitaba a alguien para que atendiera el negocio en las mañanas
y casi sin pensarlo le dije: ¡Yo pues weon!
Y así tuve mi primera chamba, ser
cabinero o más ficho suena “Administrador de cabinas de internet”, es la misma
mierda; pero suena más paja.
El primer día de chamba, me
presentaron con la dueña, una señora guapetona con un genio de mil demonios,
que me enseño casi a ciegas como era el negocio. Todo se define en: Si no
cuadra en el sistema te descuento. Un Glup
por ahí y un: No la vas a cagar Carlitos. Obviamente el primer día de
chamba la cagué, y tuve que devolver dos
sagradas lucas a caja; porque el hijo de puta de sistema es un Hijo de puta.
Pasaron las semanas y todo era más
chévere, descargar música a montones y hacer cachuelos como grabar Cd’s, escanear
y todo lo que no signifique un gasto aparte para el negocio.
Los Clientes, había desde los
caseritos, ratas enanas que solo te pedían media hora y al final se quedaban 12
horas, era normal verlos correr cuando su vieja llegaba a punta gritos y volaban
shinelas a lo Angry Birds. También habían los tíos que te pedían una hora y
luego te pedían el baño para no sé qué (fap-fap-fap). Las chicas que te
enamoraban por cinco minutos más (de internet) y bueno, uno no es ni manco, ni perezoso
en ese sentido.
Así fue mi primera chamba, bien
paja, aprendí a ser responsable con los horarios, despertarse temprano, aunque
una vez llegue con una resaca del demonio (Bella Norita nunca más). Todo sea
por las sagradas moneditas, de esas que el Hijo de Puta de Mario Bross las gana
saltando (Mario Bross se la lleva fácil).
PD: Aun sigo esperando mi entrevista por Skype. #okno #yafue
Siete de la mañana, todo lo que
uno quisiera de un buen día, solo que con un par de arañones encima, y el sabor
a alcohol era parte del momento. Levantarse de la cama por ese delicioso olor a
café de venia de la cocina, llegar y encontrarse con Roxana, sonreírle de una
forma picara y darse un beso en el cuello mientras agarraba su cintura. Era el
día perfecto, el cielo estaba demasiado azul para ser cierto, solo un friaje
pasajero haría que el cielo terminara así de azul.
Me siento y espero que Roxana me sirva el café, ella
sabe en qué taza y con cuanta azúcar, Roxana lo sabe todo. Nos echamos a
conversar mientras la casa se aromatiza con el sabor colombiano, un par de
risas por ahí, mientras se nos va la resaca, un par de besos por ahí, mientras
se entran las ganas. Roxana me habla de los indignados y yo le enseño el Blackberry
con algunos tweets de gente indignada, Solo le digo - Gente para más cojuda. La
gente se indigna por todo y no ven en donde están parados, es justo y necesario
una buena dosis de desahuevina en el anexo, le digo a Roxana mientras nos reímos
de los indignados. Nos pasamos un par de puchos en la azotea, el sol esta
matador; pero de lo más adorable. Después de 14 grados, el sol es el superhéroe por
ahora, después ya será un vil hijo de puta.
Son las diez de la mañana y por
decirlo de esa forma, Roxana se molesta, ya es muy tarde para ella y se tiene
que ir, le agradezco el café y la noche, esta demás decir que la noche estuvo…
más que bien. La despido con un beso, casi eterno; pero un poco austero. Roxana se
va y la magia de ese día se fue con ella.
Había conseguido trabajo como
capacitador. No era de más mencionar la mala racha que tengo al enviar Currículos
como loco y que una que otra empresa me llame como última opción. Tengo que
aprender a photoshopear mi Bio, un poco más de floro y sonrisa kolynos.
Primer día de chamba, uno llega
con la pinta de niño bueno, tan desnudo como andar sin gorra, barba y demás armas
que uno usaba a diario. Obviamente lo pastrulo no me lo quita nadie; pero ahí estaba
yo, intentando ser un capacitador, que por cierto no fue capacitado, así que había
que improvisar un poco, a lo Pataclaun. Todo era puro floro, del estatal, que
ya sabemos.
Al lado estaba Natalia, la famosa
chica plástica. Ella era una diva, pura sonrisa y mucho halago por todos lados.
Todos sus alumnos estaban en su granja de cuyes, asintiendo a todo, por todo y
sin entender nada; mientras los míos ya carajeaban y uno que otro usaba polo
negro. Natalia, era la chica plástica, podría haber sido Miss, reina o patrona;
pero decidió ser capacitadora. Nunca hable con ella, no podía entre tantos
halagadores que le correteaban por todos lados, yo no pasaba de un hola, una
leve sonrisa y un conchasumare en la
mente.
Pasaron las semanas y Natalia era
la reina, todos querían salir con ella, le llegaban mensajes, recados,
peluches, chocolates y un ole-ole, de harto fan arrecho, aguantado y cristiano.
Ella pasaba por mi aula por ratitos, cuando se escuchaban risas de tanto hablar
huevadas; claro, se ríen porque son anécdotas de toda la vida y a todos les ha pasado, no soy un payaso; pero mi mamá dice que fácil
la hago de machín. Are-Ajo-Erda.
Llego el último día de capacitación,
yo lleno de preguntas de tanto muchacho que no entendió nada y Natalia llena de
flores de muchachos que no entendieron nada, pero les llegó al pincho igual. Como
parte del cierre de charlas, nada técnicas por cierto, a los capacitadores les habían
invitado a una pequeña reunión, de esas que uno hace que no hace, pero la hace.
Todos inflando el ego de Natalia, ella toda sonriente, yo con cara de huevón en
la esquina de los fumadores, ósea yo solito. En eso salgo un rato, como quien
escaparme de tanto molusco babeante, que solo tiene ojos para la santa sonrisa
de Natalia. Prendo un pucho y veo salir a Natalia, se dirige hacia donde estoy,
no está sonriendo como siempre. Me saluda con una sonrisa dulce, nada plástica.
Me pide un pucho, se lo doy y por primera vez veo fumar a Natalia. Entre
pitadas conversamos afuera del local, le pregunto por sus fans y mientras ella suelta
un chorro de humo, sonríe y me dice, esos
sonsos, demasiado aburridos; parece que nunca hubieran visto una mujer; yo sonrío,
ella sonríe, nos miramos y soltamos unas carcajadas. Natalia me pregunta por mi
afán de comediante, dice que soy gracioso y eso le gusta, yo le digo, soy recontra aburrido y monse, ella sonríe
y da unas pitadas y me dice, claro,
claro, aburrido y monse, nos damos un par de miradas cómplices y volvemos a
reír, le digo, van a pensar que estamos bien fumados, y volvemos a reír. Al
rato sale unos de los aduladores de Natalia, le llama para que se una a su
mancha, yo le digo a Natalia que ya me voy, ella hace un gesto de descontento,
me acerco a despedirme y ella me roba un beso, en eso yo la miro, ella me mira
y con toda la pica del momento, nos besamos. El tiempo se detuvo en ese
instante, faltaba la toma con giro de 360 grados con alguna música de Mar de
copas; pero quedo ahí en ese beso tibio y generoso, que tenía que robarse
completito. Yo me alejo del lugar, mientras veo a Natalia entrar con una
sonrisa pícara, de seguro volverá a su sólida sonrisa plástica, solo para el
deleite de los moluscos aduladores.
En el taxi, me llega un mensaje al teléfono
que decía: ni aburrido, ni monse.
Un viernes sangriento de
aquellos, en el bar de esquina donde el rock latía con fuerza y se mezclaba con
el alcohol y el tabaco sin mentol.
Saliendo del trabajo con Ernesto
un buen amigo, y como quien dice para remojar la garganta con un par de rubias
bien helenas en el ya habitual Bar donde los 80’s parecen haberse detenido en
el tiempo.
¡Mosaico! ¡Una chela bien helena
para empezar, con su par de puchos para bajarla! le digo al brother. Nos traen a la sagrada con sus respectivos para
la ofrenda y empieza la conversa con algo de sazón.
Se conversa de todo, desde
trabajo, proyectos personales, y algún documental de Natgeo. Dejando lo mejor para el final, ya con
6 chelines a bordo y el cenicero medio lleno, se toca el tema de cajón, como
dicen. ¿Cómo vas del anticucho?
Ernesto termina de tomar y prende
un cigarrillo casi de inmediato y después de un par de pitadas me dice: Jodido;
pero feliz. Razón para pedir un par de cervezas más.
Ernesto me cuenta con ese son cabizbajo,
que solo un buen trago de cerveza puede aliviar, que tiene problemas con
Mariela su enamorada, por culpa de Juliana, una chica de armas tomar, que en
momentos tensos de su relación, Juliana era la que endulzo sus días amargos. A Mariela
la conozco poco, solo en reuniones y un par de menciones nada más; pero a
Juliana la conocen muchos, la chica de amores pasajeros, de amores de una
noche, sin motivo a algo formal porque es pecado.
Pedimos un par más y el cenicero
ya estaba lleno. El Gran Ernesto confesando que Juliana, la chica que estaba
alegrando su relación, por así decirlo; Ahora le está cagando su relación. No entendí
hasta ese momento lo grave del asunto. No lo entendí hasta que dijo que Juliana
se había enamorado de él. Por poco y me trago el cigarrillo con esa noticia.
Juliana la chica de los amores de una noche, se enamoró del famélico y flemático
Ernesto. Solo pude decir: ¡Putamare huevón, eso no te lo cree nadie! ¡Si esa
ona solo está por la huevada! Ernesto me
insistió, mientras le daba un par de pitadas más al cigarrillo. Qué Juliana le había
confesado que se había enamorado de él y casi de inmediato a Ernesto se le vino a la mente la imagen
dictatorial de Mariela. Al toque Ernesto Pidió un par de chelas más. Esto recién
comienza.
¡Tengo que acabar con toda esta
mierda! Dijo Ernesto. Dando a conocer sus intenciones de no ceder a la
insinuaciones de Juliana, la chica de una noche. En la vida una iglesia de barreada va a ser la
Catedral, afirmó. Pero si le digo que no, fácil esta cojuda se va con el chisme
a Mariela y me recontra caga, dijo con amargura. Era claro que Ernesto ya no
manejaba la situación, era claro que entre chela y chela, cigarrillo y
cigarrillo se veía a un hombre confundido. Por huir de un problema buscando una
solución, se chocó con el iceberg. Un susto y una corrida, para los entendidos,
esta vez, fue más susto que corrida.
Dejo a Ernesto con sus ideas, ya
son las dos de la mañana. Solo me queda algo claro. Ernesto ya se jodió, por el
amor de una noche. Pero si es verdad que Juliana está enamorada, Ernesto, ni
tonto ni cojudo va a dejar a Mariela por el amor de una noche. Así que se Jodió
doblemente Juliana.
Ahora entiendo a las Telenovelas de Televisa.
Son tan cojudas, pero muy ciertas estas huevadas.
Era el último cigarrillo de la noche. El suelo estaba
inundado de colillas, las cenizas eran parte del paisaje y otra vez hacía falta
aire.
La nicotina se ha vuelto parte del momento, del día. Es
el mañana, tarde y noche. El pan de cada día. La chispa que enciende la
maquinaria.
Es de día. Aún queda el sabor del combustible. Una taza de
café acompaña la mañana llena de inyectables. Se prende la antorcha y empieza la
industria, de un todo gris y de persianas agrietadas.
En la tarde un vaso con agua, para pasar los malos ratos, todos
muy amargos. Ver algo de esa basura colorida que ya no da gracia, mientras la
casa se llena de ese manto fúnebre que mantiene el fogón encendido.
Ya es de noche. Unas copas de morfina para ignorar las
balas. Sin rumbo sobre la ciudad de luces amarillas hepáticas. Se levanta una imperceptible
sonrisa disfrazada como mueca. Otro día estancado en esa lluvia de cenizas.
Hace unos días fue El Día Internacional
de la Mujer, y bueno uno podría pasarse todo el día hablando de ellas. De lo
gallardas que son, lo geniales que son, lo jodidas que son; pero solo unas
pocas se han merecido una mención privilegiada en este espacio, con otros
nombres, para dar misterio al asunto. Ellas son Super Heroínas de comics. Son como EVA en Wall-E. Son como Roxanne en Megamind. Pero ahí están ellas, Salvando al terrorista.
En Primer lugar, la mujer que
tuvo la buena o mala suerte de darme la vida. Mi mamá, pobre mujer, ella tiene
que aguantar a un loco, un loco que casi no nace, que se enfermó al nacer, que conoció
Lima la gris a la semana de nacido por motivos médicos, que era tan tragón que
se tomó el agua de la placenta, que era tan tragón que se comía los ladrillos
de tierra de su abuelita, el jabón y el shampo fresita. Tan tragón y tan flacucho a esa edad. Era solo hueso
y pellejo, alguien tan pequeño que solo cabía en una mano y que su cuna era una
maleta de viaje. Bueno mamá, de tanto tratar de mejorarme, algo
de amor y tanta pastilla, jarabe, aceite de hígado de bacalao y claro… tanto ¡Come Carajo-Mierda! Termine creciendo
por todos lados. Aunque como todo primer hijo, uno termina siendo parte de una
serie de experimentos para que el segundo hijo no salga tan jodido. Hay que
agradecer que hemos sobrevivido mamá. Tú más que yo.
Hablar de Sandra, es hablar de muchos
momentos, de tener al lado a una chica fantástica. Recuerdo el día que la conocí,
en un parque, unos helados, una charla de la nada. Todo podía pasar ese día. Podía
llover, granizar o caer un meteorito; pero ahí estabas, en ese parque, comiendo
helado. Sandra me enseño a querer, algo que no estaba en el menú a los 16, algo
que sencillamente no estaba programado en mi burbuja. Recuerdo un día de
lluvia, Sandra llego toda empapada con una gran bolsa de cosas ricas, cocinamos
juntos y ¡Vaya! Esa chica vale más que un Ceviche, pensé. Pero así era Sandrita, siempre venía con sorpresas. y llenaba de sonrisas mi día.
Martha llego en momento de
crisis; pero en verdad yo llegue a Martha, entre carpetas, papeles y muchas
paredes. Martha es una chica muy inteligente, aunque no lo acepte; aprendí
tanto de ella, que era una Maravilla no encontrarse con novedades. Es una
artista, está loca, escucha la música que escucho ¡Por R2D2! ¡Me enamore!
Martha era la reina de los detalles, siempre había algo para ella, todo a su estilo. Tengo que
reconocer que me quedo chica la cancha con Martha, llevar su ritmo, su vida,
tantos detalles que ella podía dar, simplemente era imparable. Me volví
dibujante, poeta, escritor de mala muerte, pastrulo y Machín Alberto Matute Cárcamo.
Nunca pude superar sus detalles, con solo mencionar uno de ellos: El mejor
cumple de mi vida. Insuperable aun en estos tiempos. Gracias Marthita. Aprendí un huevo de cosas contigo.
Luciana es como de casa, la conozco
de toda la vida. Recuerdo visitar su casa, digamos que por poco y me adoptan.
Lucianita se lleva el premio al carácter y la insistencia, medalla de honor
total, quizás termine doblegado por ella, su carácter Heavy metal. Quien más te
sacaría a bailar cuando solo sabes mover la cabeza como los perritos de los
taxis, quien más te invitaría a una boda cuando odias las bodas ¿quién más? ¡Solo
Lucianita! y lo logro; con bombos y platillos cambio tanto mi vida en tan poco
tiempo. Recuerdo que le encantaba escuchar Mar de Copas y todo grupo de rock Peruano. Siempre me quede con la pica de llevarla a un
concierto de Rock. Lucianita, vales un Perú y te debo un Sushi Bar y varios
conciertos de Rock.
Esta fue una reseña, no tan
risueña; de esa mujeres que han cambiada a este aburrido y gruñón personaje.
Todas a su estilo han logrado quizás entenderme, un poquito o a carajeadas;
pero se agradece totalmente el salto al vacío ¡Gracias Totales!
Era uno de esos días donde el clima jugaba a ganador, yo iba
por unos puchos y algo de alcohol, era meritorio un trago, se acaba el año, y quizás
el mundo.
Caminando a la tienda, por donde se olía a nuevo año entre
tanto trago añejado y panetón. Quizás buscar un trago que valga la pena, no
todos son borrachos, no todos le entran al trago.
Entre todo ese tumulto que iban y venían, todos querían vinos,
chelas y uno que otro champagne barato. Yo solo quería un ron, un ron y nada
más, se acaba el año, quizás el mundo, que diablos, solo quería algo que
entumeciera por un rato mi mente.
Habiendo escogido un Bacardi Añejo, me disponía a pagar,
cuando no sé porque, y porque el destino es un pendejo y quizás un mal
parido, tuve la sorpresa de encontrarme con Elena.
Elena la chica de los blogs, los escritos, los poemas, los
dibujos y algunas menciones en privado, siempre iba con otro nombre, y ahora la
menciono así. Elena.
Me acerque a saludarla, fue esa sensación entre alegría e incomodidad,
decorada con unas gotas de tristeza, un par de miradas esquivas que delataban
un pasado inconcluso, todo iba para otro lado, no hubo largas charlas, no hubo
preguntas, solo un saludo. Todo fue tan rápido, yo estaba en shock y Elena ya
se tenía que ir. La despedí como a cualquier otra persona, me sentía helado,
caducado y a punto de expirar. Me quede callado.
Entre el punto y aparte, olvide desearle un Feliz año. Me quede
con una sensación de vacío. Termine de pagar, Salí casi volando de la tienda
intentando un imposible avistamiento. Ya nada es como antes, dije.
Solo me quedo un mal sabor de boca, un dolor al costado de
la fé, unas nauseas de palabras tragadas con sal.
Que se acabe el año o el mundo… lo que venga primero, bien servido con un buen trago.