Hay un canalla en la cama, un ser vil, molesto, discriminador… un atormentador silencioso, un ser ruin de lo más cobarde; es el gran profeta mentiroso, un gran hacedor de infortunios, un desangrador de ilusiones, un mal amante, un pésimo confidente, ese eres tú; un mal huésped que se escudriña entre las sabanas, que se roba las almohadas, que limita el colchón como si fuera territorio hostil, que en todo ese silencio sepulcral armas el meollo del asunto, eres el que no teme contar esos cuentos triunfantes de momentos íntimos de vagas ilusiones sin sentido, eres un canalla que ronda con cierto aire demoniaco la cama, que desprecia y arrolla lo fiel, que en esa cama ahoga penas, frustraciones y demás delirios emocionales, que sobre esas sabanas sonríe como un cretino, un cretino que ha abusado sutilmente de un cuerpo extraño.
Eres como un saboteador, un callador. Mitigas las voces del dolor por un poco de morbo, chancas el deleite de una coreografía sensual por los delitos sepulcrales de gemidos nada virginales. Todo es un juego adictivo, uno solo gana en la carrera del engaño, de la sutileza de lo leal y lo no conforme, todo eso se va y se va por los delirios del paso de los años.
Lo canalla deja marca, mancha sabanas, rompe almohadas y deja algunos tornillos algo flojos, deja mudo a los tísicos que se relamen los labios al escuchar esos canticos de esquina que se mesclan con el variar de un juego de respiraciones agitadas, es un volcado de refinados trucos de engaño, mezclados con culpa y un gran números de hormonas descontroladas; toda una fiesta de gotas descendiendo por curveadas carreteras, no hay tiempo para medir palabras, solo jadeos extremos sin sentido a interpretar, solo eso y nada más, ya que hay un canalla en la cama, que la usa cuando puede y con quien puede; porque más de tres entran ahí.
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